Siento en mi cuerpo mi propia
desnudez. Mi piel es el mayor de los templos, es único, cuidado, maravilloso,
sagrado. Aun así, cada centímetro de mí, está inquieto. El peor juicio, siempre es el de una misma.
Mi inquietud no viene por el rechazo a mi cuerpo, eso ya lo superé, viene al
miedo. Sé que debo tener una actitud positiva, saber mirarme, saber mimarme.
Hace apenas unos meses que tomé la decisión. Tenía que tomar un rumbo mi vida,
cogí el camino que consideraba mejor, sin pensar en si era capaz.
Como demasiada gente, sufrí la
adolescencia. Definámosla como el paso necesario entre “o empiezo a depilarme,
o no podré ir a la piscina” al “si te molesta que tenga pelo, tú y yo no vamos
a llevarnos bien”. Todo nace con la chispa del inconformismo, de la rebeldía
adolescente aprendemos a cuestionarnos los valores de esta sociedad. Así
empecé.
La altura, la edad y el odio
fueron creciendo de forma directamente proporcional. Los ejemplos siempre son
más claros, primero fue “no puedes jugar al fútbol, eres chica”; luego “por
mucho que practiques con un plátano, nunca se lo harás a nadie”; y terminando,
no mucho después, en situaciones donde las palabras se pierden en ojos
inhumanos, que solo ven, en vez de compañeras, objetos de deseo. ¿Hay algo más
repugnante que dejar de ser considerada persona?
Mi templo no es eterno, es fugaz,
pero no tendrá que ser remodelado, pues lo cuido como se merece. Mi camino es
hacer del mundo un lugar mejor, haciéndome a mí un ejemplo de lo que debe ser.
Existe otro tipo de arte dentro de él, un arte simbólico, expresivo y
vanguardista. Una de las obras, una de las más difíciles de interpretar,
expresa la felicidad en su estado más puro, su fórmula química. La felicidad es
un constructo, uno necesario para poder entender nuestra mentalidad.
Existe gente que disfruta viendo
como un hombre pone a límite la capacidad de su cuerpo luchando con un animal,
otros vemos como agoniza ese toro mientras los demás vitorean. Algo se torció
en mi hace tiempo, o quizás se torciese en la sociedad mucho antes. Para mí
solo existe un tipo de respuesta, la acción. Y actúo para conseguir mi libertad
también.
Todo el mundo puede ver un
templo, incluso la mayoría podrá ver el mío, pues no recelo. “¿Por qué exhibes
tu cuerpo?” “¿Por qué te haces fotos desnuda?” “Solo lo haces para excitar”. La
respuesta es sencilla, si mi cuerpo es mi templo, y en él hay arte, ¿por qué no
iba a mostrar y compartir ese arte? Si tú en ello ves excitación, es cosa tuya.
Si tú crees que busco calentarte, debes saber que mi piel es fría, igual que la
piedra que cimienta. Si crees que te estoy dando permiso para algo olvídalo, la
fotografía de un paisaje único no habla de sexo.
¿Cuál fue ese sendero que tomé?
Elegí que quería seguir un movimiento social, un dogma, formar parte de una
minoría que lucha. Donde llevo una vida de lucha contra todo aquello que
considero injusto de la sociedad, con unas ideas políticas formadas pero
contrarias a todo lo que me rodea. Denuncio la opresión, lucha a pesar de que
lo que me consideres, pues por cada insulto e insinuación que recibo por
tonterías como una foto, veo más claro y necesario lo que hago.
Para Nadia.